Escuela de Campo siembra semillas de oportunidades, esperanza y cuidado de la naturaleza
Más de 35 familias en Cayambe, mejoran cultivos, controlan quemas y reducen el uso de sustancias químicas para mejorar sus ingresos y proteger la naturaleza.
Cobijada por el imponente volcán Cayambe, siempre cubierto de nieve, que ha inspirado a líderes, mujeres y hombres, que han marcado la historia del país, se encuentra la corporación ‘El Hato’, conformada por 5 comunidades dedicadas a la agricultura.
En una de estas comunidades, Juan Montalvo, el temor atenazó a la población cuando empezó la emergencia sanitaria por COVID-19. Niños y niñas dejaron de ir a la escuela, y madres y padres debían multiplicarse para responder a los nuevos retos y atender los cultivos, que eran la única alternativa para más de 500 familias.
Dolores, una de las lideresas que forma parte de la Asociación ‘El Hato’, cuenta que si bien las comunidades trataban de seguir con sus actividades, el miedo prolongaba los silencios y aumentaba las distancias; se redujeron las reuniones, el trabajo era por parcelas, yel concepto de colectividad se debilitó.
Todo esto aumentaba la desesperanza, hasta que, dice Dolores “como caídos del cielo”, llegaron a la zona una brigada técnica que les invitó a formar parte de la Escuela de Campo. “Será un espacio para que aumenten la producción de sus cultivos y mejoren las condiciones de sus animales, sin usar químicos”, les habían indicado.
La comunidad participando en las capacitaciones. Foto:PNGQ
Dolores, sin pensarlo dos veces, decidió junto a 35 personas más formar parte de la iniciativa liderada por Amazonía sin Fuego y el Programa Nacional para la Gestión Ambientalmente Adecuada de Sustancias Químicas en su Ciclo de Vida, iniciativas lideradas por el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE).
Fue hace 8 meses que empezó la escuela, y a través de mingas, más allá de fortalecer una forma de trabajo comunitario, se buscó mantener viva la memoria histórica de la zona y renovar los vínculos de quienes conforman la asociación.
Dolores dice que en este proceso “la protagonista fue la tierra, aprendimos a darle de comer” , pues a través de biosólidos, caldos, carbón y sulfatos se trabajó en la regeneración de los suelos. También, por medio de quemas controladas, se comprendió cómo usar el fuego como herramienta, sin que signifique un riesgo para la reserva Cayambe Coca, junto a la que sus comunidades están ubicadas.
El trabajo de la comunidad ha sido clave para mejorar las prácticas relacionadas con el uso del fuego. Foto: PNGQ
Por otro lado, hoy las comunidades alimentan a sus animales con granos que reemplazan a los balanceados. Todo esto significa un aumento de la productividad, potencializado a través de métodos equilibrados con la conservación, que dan como resultado mejores condiciones de vida para las familias.
Gracias a las Escuelas de Campo se ha trabajado de manera articulada entre las comunidades, el MAATE, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Gobierno Autónomo Descentralizado de Cayambe y el Cuerpo de Bomberos.
Como resultado de todo el trabajo realizado, están aumentando las posibilidades de negocio e ingreso para las familias, que desde ahora elaborarán platos típicos con insumos alimentarios saludables producidos por las propias comunidades, para que turistas disfruten de la diversidad gastronómica que caracteriza a la zona.
En el evento de clausura de este proceso con las Escuelas de Campo, la asociación celebró los lazos que se han tejido y compartió con las autoridades y representantes de las instituciones anteriomente mencionadas, una demostración del compromiso asumido con el proceso.
Comunidades, instituciones nacionales y locales y cooperación internacional trabajaron conjuntamente. Foto: PNGQ
Mario Rodas, oficial de Programa de PNUD, mencionó que gracias a estas iniciativas están mejorando el logro de indicadores y el cumplimiento de objetivos nacionales relacionados con la reducción de uso y liberación de sustancias químicas peligrosas, como plaguicidas y contaminantes orgánicos persistentes no intencionales[1], producidos accidentalmente en procesos de combustión.
En este sentido, José Dávalos, subsecretario de Calidad Ambiental del Ministerio de Ambiente, Agua y Trasnsición Ecológica, recalcó la importancia de promover iniciativas interinstitucionales como esta en la que de manera conjunta se plantean nuevas formas de interacción con la naturaleza para construir un mundo mejor para las presentes y futuras generaciones.
Programa Nacional para la Gestión Ambientalmente Adecuda de Sustancias Químicas en su Ciclo de Vida
Reducir los riesgos que la contaminación tiene en la salud humana y su entorno es una de las metas asumidas por el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica del Ecuador (MAATEE), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF). Para cumplir este objetivo se ha puesto en marcha el ‘Programa Nacional para la Gestión Ambientalmente Adecuada de Sustancias Químicas en su Ciclo de Vida’.
Proteger la salud humana y el ambiente del impacto de químicos nocivos, en particular de contaminantes orgánicos persistentes (los COP) y mercurio (Hg) es el objetivo de esta iniciativa, que responden a cuatro convenciones internacionales: Minamata, Estocolmo, Basilea y Rotterdam.
La propuesta busca aportar al fortalecimiento institucional; promueve la creación de incentivos y productos tecnológicos que incidan en una producción más limpia, e información de calidad que promueva la corresponsabilidad de todos y todas.
[1] Sustancias químicas que se producen tras un proceso de combustión y han sido reconocidos a nivel mundial como un peligro, tanto para la salud de los seres humanos como para los ecosistemas cuando son liberados de manera no controlada sobre los componentes ambientales: aire, suelo y agua.