Azuay, Ecuador — Después de 7 horas de viaje, Marina (nombre ficticio) llegó a Loja a retirar a su padre del hospital, para pasar su recuperación junto a ella y sus tres nietos, en Camilo Ponce Enríquez, provincia de Azuay, Ecuador. En el viaje de regreso, Marina no logró dormir. Su mayor preocupación era cómo hacer para compaginar el cuidado de su hijo pequeño de tres años y a su padre que tiene más de 60, y también trabajar en la escombrera como seleccionadora de minerales. A pesar de esto, ella no perdía la esperanza de encontrar entre los restos de las minas el material suficiente que vender y así cubrir las necesidades del día.
El martes fue a la cooperativa a pagar, como todos los meses, la cuota del préstamo con el que construyó su casa. Al llegar a la escombrera, le informaron de que no podía entrar, que un virus había llegado al país y que se suspenderían de manera indefinida todas las actividades.
“Así empezó todo y parecía una pesadilla, lo que me preocupaba la noche anterior ya no importaba. Por primera vez en mi vida me quedé en blanco, no sabía a donde ir, no podía ir a ningún lado. Todo el tiempo pensaba: hoy llegaré a mi casa con las manos vacías.”
Dentro de sus limitaciones, Marina junto a sus hijos buscó un espacio para el abuelo, ya que por su edad y estado de salud, debía tener el menor contacto posible con otras personas. Cada día aumentaba la angustia, mientras se reducían las porciones de comida en cada plato.
Al cumplir una semana, Marina cuenta como se iluminó su rostro con la llamada de una de las lideresas del cantón, que le contó que en los próximos días le entregarían una canasta alimentaria y artículos de limpieza.
Como Marina, 35 mujeres de la comunidad y sus familias, 150 personas en total, de escasos recursos, y entre ellas adultos mayores, personas discapacitadas, niñas y niños, fueron apoyadas por una iniciativa fruto de la solidaridad de personas de diferentes zonas del país.
Para garantizar y articular la entrega de esta ayuda, ofreció su apoyo el Programa Nacional de Químicos, proyecto del Ministerio del Ambiente y del Ministerio de Energía y Recursos Naturales no Renovables, que cuenta con la asistencia técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. De esta manera, con los fondos recaudados este proyecto gestionó la compra con proveedores de la zona para promover el desarrollo local, y coordinó la distribución con el Departamento de Acción Social del Gobierno Autónomo Descentralizado de Camilo Ponce Enríquez, que entregó las canastas a cada familia.
“Este es el resultado de muchas personas trabajando juntas. Las asociaciones de mujeres seleccionadoras de mineral somos una red de apoyo, de cuidado y de respuesta. Este tipo de iniciativas hace que nos sintamos acompañadas y que podamos enfrentar con más fuerza a los retos que tienen en el sector minero.”, afirmó Eliana Paltán, lideresa de la Asociación ‘Rumi Kuri’ (Piedra Dorada).
Mario Rodas, coordinador nacional del Programa Nacional de Químicos, destacó que “la solidaridad es esencial para que las comunidades mineras enfrenten retos tan grandes como la actual pandemia, especialmente, porque ellas tienen un alto grado de vulnerabilidad por riesgos de salud asociados al uso de mercurio en la minería artesanal y de pequeña escala”.
Proteger la salud y cuidar el ambiente
Camillo Ponce Enríquez, Portovelo y Paquisha son poblaciones en las que se desarrolla la minería artesanal y de pequeña escala. Este sector emplea a un grupo numeroso de la población.
El Programa Nacional de Químicos, presente en la zona, busca eliminar dos toneladas de liberación de mercurio vinculadas a las actividades mineras mencionadas anteriormente, y precautelar los recursos hídricos y naturales de los que dependen las comunidades.
La gestión adecuada de sustancias químicas y desechos derivados de actividades productivas reduce los riesgos para la salud humana y el ambiente.