Con más de 4 décadas de trabajo en la escena internacional, Bermeo-Estrella fue un adalid de los derechos humanos, el desarrollo y la paz. Asimismo, fue un hombre devoto de su esposa y familia. Según quienes pudieron conocerle personalmente, destacan de él que era “un hombre gentil y gigante de voz grave y de corazón noble” que le llevaba a “tratar con el mismo respeto y deferencia al expresidente Clinton, enviado especial del secretario general de la ONU, como al más humilde de sus colaboradores”.
Paciente, honesto, de gran calidad humana, cercano y discreto, Bermeo-Estrella fue “un referente que ha dejado una huella profunda”. Mentor, “hermano mayor” y apoyo para muchos jóvenes profesionales de las Naciones Unidas, hoy es recordado por ellos con admiración y cariño.
Entre sus mayores logros, se resalta la coordinación de cientos de actores internacionales tras el fatídico tsunami de 2004, que afectó a varios países del Índico. Así lo afirma Pablo Ruiz Hiebra, compañero de trabajo de Bermeo-Estrella en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD,) donde desarrolló la mayor parte de su carrera: “La pérdida de Miguel es enorme. Él fue un ejemplo de funcionario de las Naciones Unidas, con todo lo que ello representa. Su ética y respeto hacia los demás era proverbial. Durante mis años de trabajo con Miguel, en aquel laberinto de la reconstrucción post-tsunami en Sri Lanka, tuve la oportunidad de conocerlo bien. Y, por cierto, de admirarlo profundamente. Un jefe que inspira por sus actos y por su corrección. Un coordinador residente que supo dar a la ONU espacio y liderazgo, no con recursos, sino con imparcialidad, criterio y peso específico. La presencia de Miguel vestía el equipo de país con la participación regular de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Daba valor a la palabra, concitando el mayor respeto de las autoridades del país”.
Hoy, la labor de Bermeo-Estrella inspira a muchas personas en un momento en el que la pandemia por el COVID-19 aumenta la desigualdad, los conflictos sociales y la incertidumbre económica. Desde sus ámbitos personal y profesional, Bermeo-Estrella enfatizó la importancia de la solidaridad y en especial del voluntariado para transformar el mundo, y confiaba en que que las sociedades tomen mejor conciencia del enorme beneficio que trae a la economía y a la cohesión social, tal y como él mismo afirmó:
“En los libros de contabilidad de muchas naciones, las contribuciones de voluntarios figuran con tinta invisible. No aparecen, pero sabemos que si lo hicieran, las cifras serían muy impresionantes. Muchos voluntarios se especializan en lo imposible: colaboran con la población local para superar enormes retos, no solo proporcionan servicios, además, llevan a cabo tareas de concienciación para garantizar que tanto los gobiernos como las empresas actúen de forma favorable al desarrollo humano. Afirman la importancia de la solidaridad”.
Comprometido con los derechos humanos, el desarrollo y la paz
Los ideales de Bermeo-Estrella lo llevaron a varios rincones del planeta, comenzando su carrera humanitaria en 1974 como uno de los primeros voluntarios de las Naciones Unidas con misión en Sudán.
En 1976 fue designado oficial de Proyectos en la Oficina Regional Asia-Pacífico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ocupó este cargo hasta que en 1980 se trasladó a Pakistán donde fue representante residente auxiliar del PNUD. En 1982, viajó a Panamá donde trabajó como representante residente adjunto del PNUD.
Posteriormente, desempeñó el cargo de oficial de Políticas en la División de Personal de 1986 a 1988 y de Jefe de Operaciones del Programa de Voluntarios ONU en Ginebra entre 1989 y 1992.
Regresó a la región latinoamericana en 1993 para desempeñar su cargo como coordinador residente de las Naciones Unidas y representante del PNUD en la República Dominicana hasta 1995. En este último año, fue jefe de Programas Regionales de la Oficina Regional del PNUD para América Latina y el Caribe hasta 1997, cuando comenzó su labor como director de Programas y Políticas de los Voluntarios ONU en Bonn.
Entre 2002 y 2006, fue coordinador residente de las Naciones Unidas y representante del PNUD en Sri Lanka y tras este mandato, fue director adjunto de la Oficina de Prevención y Recuperación de Crisis.
En 2012, Bermeo-Estrella presentó su carta de nombramiento como observador permanente de la Unión Interparlamentaria (UIP) en las Naciones Unidas al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Naciones Unidas y el Ecuador lamentan la pérdida de Bermeo-Estrella, pero su ejemplaridad permanecerá en la memoria de quienes lo conocieron en diferentes rincones del mundo, y también en la de las nuevas generaciones ecuatorianas, especialmente del ámbito de la cooperación y relaciones internacionales.
Tal y como afirmó Robert Juhkam, colega de Bermeo-Estrella: “Una vida y carrera tan plenas e intensamente vividas merecen ser recordadas y honradas”.