El cuaderno de la Coordinadora Residente: las mujeres y la Amazonia
"La selva es mi vida, por mi selva daré vida".
Estas son las palabras de Gloria, una mujer indígena de la etnia Shuar que conocí en Puyo, provincia de Pastaza, en mi primera visita a la Amazonia ecuatoriana en junio de 2021. Participando en un taller sobre liderazgo de mujeres amazónicas organizado por ONU Mujeres y PNUD, Gloria y sus compañeras indígenas me dieron una primera introducción de la fuerte conexión que existe entre los pueblos indígenas y la Amazonia, que además de tener un gran valor espiritual, es la fuente de su sustento, su protección del mundo exterior y el proveedor para todas sus necesidades básicas.
Con una extensión de más de 7 millones de kilómetros cuadrados y en nueve países de América del Sur, la Amazonia es la selva tropical más grande del mundo y, a menudo, se considera que es nuestro ecosistema más importante. Con la mayor cantidad de plantas, invertebrados, anfibios, reptiles y aves por kilómetro cuadrado, su biodiversidad es incomparable, pero también lo es su diversidad cultural. Hoy en día, 30 millones de personas de 350 grupos étnicos viven en la Amazonia, alrededor del 9% de ellos son indígenas, y algunos incluso viven en completo aislamiento del mundo moderno. Y la Amazonia también tiene otros valores para el resto del mundo. La Amazonia es una farmacia natural -sus hierbas y extractos se utilizan para elaborar medicamentos- y es fundamental en la lucha contra el cambio climático, al absorber dióxido de carbono de la atmósfera, purificar el aire y actuar como amortiguador climático.
Poblaciones indígenas y género
Pero la Amazonia y su gente están en riesgo. Gloria y las otras mujeres de la Escuela Antisuyu Warmikuna me cuentan cómo ha cambiado la vida en la Amazonia y cómo sus formas tradicionales se ven amenazadas por la extracción y la explotación. Solo en la Amazonia ecuatoriana, la deforestación asciende a 34.000 ha/año, principalmente por cambio de uso de suelo hacia agricultura de monocultivo, expansión de infraestructura, tala ilegal, extracción de petróleo y minería. Me cuentan cómo la invasión de sus tierras de origen ha desplazado y dividido comunidades, contaminado sus ríos y tierras y contribuido al abandono de sus costumbres y su idioma. Los indicadores de desarrollo pintan un panorama sombrío: los habitantes de la región amazónica en Ecuador constituyen la población con los índices más altos de pobreza por ingreso con 57,7%, dos veces el promedio nacional de 25,5%. Un asombroso 40,7% de los niños indígenas menores de 5 años sufren desnutrición crónica y la mayoría de los estudiantes indígenas apenas completan el ciclo educativo básico.
Pero también dentro de las comunidades indígenas existen marcadas desigualdades, y no es exagerado decir que el rostro de la pobreza y la exclusión en Ecuador es el de una mujer indígena. La tasa de analfabetismo de las mujeres indígenas es del 16,4% y su acceso al empleo formal, a la vida pública y a la toma de decisiones políticas se ve restringido por normas culturales, estereotipos y discriminación. Las comunidades indígenas amazónicas también muestran altos índices de violencia de género, feminicidios y embarazos adolescentes, agravados aún más por el acceso restringido de las mujeres a los servicios de salud, incluida la salud sexual y reproductiva.
Escuela Antisuyu Warmikuna es entonces de gran importancia para las mujeres participantes. Aquí aprenden sobre liderazgo y organización, género, derechos humanos y cambio climático y cómo pueden contribuir al desarrollo de la población amazónica en armonía con su entorno. Varias mujeres me cuentan cómo les ha ayudado a desarrollar su confianza y habilidades, fortalecer sus roles dentro de la comunidad y contribuyó al rescate del conocimiento tradicional, que estaba en riesgo de desaparecer. En la escuela se han capacitado mujeres de 11 nacionalidades indígenas desde que iniciaron actividades en 2019.
Bajo una iniciativa paralela de ONU MUJERES y ACNUDH con el apoyo de la Oficina de la Coordinadora Residente, también se está trabajando con las mujeres para elaborar la Agenda de las Mujeres Indígenas Amazónicas. El objetivo es facilitar un espacio para su participación democrática en la toma de decisiones y fortalecer sus capacidades de movilización, incidencia y compromiso político. Una primera fase se completó con éxito en 2022 y se espera que se inicie una segunda fase en 2023, en estrecha colaboración con la organización indígena CONFENAIE.
PROAmazonía
Escuela Antisuyu Warmikuna es una actividad en el marco del programa más amplio PROAmazonía, implementado por el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica y el Ministerio de Agricultura y Ganadería con el apoyo del PNUD. Con financiamiento del Fondo Verde para el Clima y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), el objetivo de PROAmazonía es reducir las emisiones de gases por deforestación y promover la gestión sostenible e integrada de los recursos naturales y los bioemprerendimientos. PROAmazonía trabaja con autoridades nacionales y comunidades locales para fortalecer la planificación territorial con enfoque de conservación, producción sostenible, cambio climático, género e interculturalidad.
En mis viajes por la Amazonia ecuatoriana, he tenido varias oportunidades de conocer las actividades de PROAmazonía. En Tena, provincia de Napo, visité a Kallari, una asociación integrada por 850 productores, en su mayoría indígenas kichwas, que utilizan el “Chakra”, un sistema agroforestal biodiverso manejado por mujeres y muy arraigado en su cultura. PROAmazonía está trabajando con la asociación para promover la producción sostenible de cacao mejorando las condiciones de vida de los asociados y conservando la biodiversidad natural y cultural. En alianza con el gobierno provincial, la Cooperación Alemana GIZ, el PNUD y la FAO han apoyado a Kallari con equipamiento para la planta procesadora de cacao, fortalecimiento de capacidades a lo largo de la cadena de valor, incluyendo producción, transformación, diseño y comercialización de sus productos. También han recibido apoyo para hacer crecer su negocio, incluso a través de la participación en ferias internacionales y mediante el desarrollo de una certificación de cacao libre de deforestación que los ayuda a distinguirse en el mercado.
En Coca, Provincia de Orellana durante una visita en marzo de 2023, visité el Centro de producción de palmito APAE, una cooperativa que reúne a 27 socios involucrados en el cultivo sostenible de palmito. APAE participó exitosamente en un proceso competitivo lanzado por PROAmazonía para la promoción de bioemprendimientos como alternativas económicas a la deforestación y degradación forestal. La subvención de $45.000 se utilizó para diseñar y comprar equipos para la planta de procesamiento, pero los 72 participantes de los proyectos también recibieron capacitación sobre conservación, manejo sostenible y desarrollo y comercialización de productos. Manu, un participante con el que hablé en la planta, me dijo con gran entusiasmo que planean apuntar al mercado internacional e incluso expandirse a la producción de mermelada, jugo y espagueti de palmito, una forma inteligente de reducir el desperdicio de alimentos y garantizar un uso más sostenible del producto natural. Está agradecido con el proyecto PROAmazonía que ha aumentado la producción y los ingresos al tiempo que reduce el tiempo de procesamiento.
En Shushufindi, en la vecina provincia de Sucumbíos, recibí un tradicional saludo de las mujeres de la comunidad Yamanunka, con la cara pintada al llegar. Irma, una lideresa de la comuna me explica que los diseños simbolizan la identidad cultural de la mujer Shuar y significa “Mujer Valiente”. Durante un delicioso almuerzo de trucha, verde y vegetales servidos con chicha de chonta y yuca, Irma me cuenta que los Shuar de Yamanunka vinieron originalmente de la provincia de Morona Santiago en 1972. Cuando se establecieron en Sucumbíos, Irma admite que la comunidad estaba desorganizada, algunos comenzaron a implementar prácticas insostenibles como arrendar la tierra para el cultivo de tipos no nativos de palmeras, lo que impactó el medio ambiente y contribuyó a la pérdida de vida silvestre y la deforestación. Con cada generación, su cultura y prácticas se fueron perdiendo y hoy el 60% de la comunidad Yamanunka ya no habla el idioma nativo. “Al principio nuestra comunidad no estaba tan interesada, pero luego vimos la realidad del cambio climático. Cómo podemos salvar nuestra hermosa Amazonia, educando a nuestros hijos”.
La comunidad Yamanunka se ha beneficiado del apoyo de ProAmazonía para actualizar su Plan de Vida. Construido a través de un enfoque participativo con toda la comunidad, un Plan de Vida es una herramienta de planificación para el desarrollo territorial desde la perspectiva de los pueblos y nacionalidades. Recoge información de los adultos mayores relacionada con la espiritualidad y el respeto por la naturaleza, y mapea los cambios que ha sufrido el territorio para identificar las inequidades y brechas que afectan a la población. El Plan de Vida Yamanunka ahora contiene 16 proyectos que apuntan a abordar problemas como la pérdida de expresiones culturales, la degradación forestal y la falta de habilidades socio-organizativas.
Con la ayuda del GAD Shushufindi y la prefectura de Sucumbíos, la comunidad Yamanunka ha logrado reforestar 3.200 hectáreas de tierra, implementar un proyecto de cacao sostenible, una escuela de campo ganadera y ofrecer clases de idioma y elaboración artesanal ancestral a las generaciones más jóvenes. Irma muestra con orgullo las joyas elaboradas con semillas tradicionales, práctica que ahora la comunidad ha recuperado. La mercancía se comercializa a través de las redes sociales y el sitio web de Nua Kakaram (Mujer Valiente) y la comunidad está explorando cómo expandirse al turismo ecológico. “Cada mujer tiene potencial. La mujer Shuar no es ‘naki’ (que se podría traducir como vaga), la mujer Shuar es trabajadora y sigue adelante”.
Pero la Amazonia ecuatoriana no es hogar solo de indígenas. Particularmente en las provincias fronterizas, la población ha cambiado con la llegada de migrantes y refugiados. Primero vinieron de Colombia, huyendo de la violencia en su país de origen o atraían perspectivas de empleo relacionas con la floreciente industria petrolera. Más reciente es la llegada de venezolanos, que vienen en flujos constantes desde 2018, atravesando el puente internacional San Miguel o, en algunos casos, llegando por trochas para evadir los controles migratorios. Mi colega de ACNUR me explica que mientras muchas personas en movilidad humana continúan su viaje hacia el interior del continente o se dirigen hacia las ciudades ecuatorianas más grandes de Quito y Guayaquil, se estima que unas 10.000 se han asentado en las provincias de Sucumbíos y Orellana. Y a medida que buscan integrarse en sus nuevas tierras natales, también sienten la responsabilidad de proteger la Amazonia.
En Lago Agrio me reuní con Graciela y María, dos participantes de un proyecto de reciclaje de ACNUR que permite a las personas en movilidad humana y ecuatorianos generar ingresos para sus familias mientras cuidan el medio ambiente. Con financiamiento inicial de la Agencia de la ONU para los Refugiados, y en colaboración con Oxfam, el proyecto apoyó el establecimiento de la planta de reciclaje, capacitó y equipó a los recicladores y aumentó su capacidad de recolección en toda la ciudad, incluso de empresas, instituciones publicas, hogares y espacios públicos como parques. En la planta, los residuos recolectados son clasificados, empacados y luego vendidos a terceros para ser reutilizados en nuevos productos y materiales. Los márgenes de ganancia aún son pequeños, pero a medida que el municipio trabaja en sensibilizar a la población sobre los beneficios del reciclaje, esperan que el negocio crezca. Graciela, quien vino aquí de Colombia hace 15 años, dejando atrás su finca donde cultivaba verde, me dice que el trabajo es duro. Sin embargo, está agradecida por la oportunidad de trabajar en la planta de reciclaje, ya que le proporciona ingresos y ha facilitado la integración en su nuevo país. Su hijo de 21 años, incapaz de continuar sus estudios universitarios por falta de recursos, también se unió a ella y ahora maneja la máquina de prensado en la planta.
Asegurando la armonía y el equilibrio.
La Constitución del Ecuador garantiza los derechos de la naturaleza y reconoce el derecho de las personas a vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, libre de contaminación y en armonía con la naturaleza. Sin embargo, después de visitar la Amazonia ecuatoriana, siempre me quedo con la sensación de la urgencia de asegurar esta armonía y equilibrio. Armonía entre un modelo de desarrollo nacional basado en las industrias extractivas y la necesidad de proteger el ambiente, un ecosistema único y su rica biodiversidad. Armonía entre las formas de vida tradicionales y la modernización, fomentando la igualdad de género y el respeto por la cultura. Armonía que promueva la cohesión social y la integración entre las comunidades que han vivido en los territorios desde la antigüedad y las que están llegando recientemente.
Me alienta ver pasos positivos tomados en esta dirección, como los esfuerzos nacionales para incorporar la transición ecológica en el desarrollo sostenible y avanzar hacia la neutralidad de carbono para 2050. El enfoque de transición ecológica es una oportunidad para implementar acciones innovadoras en el país. colocar las soluciones basadas en la naturaleza y la bioeconomía en el centro del desarrollo.
Pero la protección efectiva de la Amazonia extraordinaria también debe ir de la mano con la protección de los territorios, la autonomía y la identidad de los pueblos y nacionalidades indígenas amazónicos, incluida la garantía de su participación en el consentimiento libre, previo e informado en los asuntos que los afectan directamente. La reciente ratificación del Acuerdo de Escazú por parte de Ecuador muestra el compromiso en estos temas y Naciones Unidas en Ecuador continuará trabajando con las autoridades nacionales y las organizaciones indígenas para proteger los derechos colectivos y promover la inclusión social, política y económica de los pueblos y nacionalidades.
Estoy impresionada por los esfuerzos de las agencias de la ONU, las autoridades locales y nacionales y otros socios para garantizar que las mujeres y los jóvenes estén incluidos en la gestión sostenible de los recursos naturales, aprovechando sus conocimientos y experiencias tradicionales. Por el bien de la Amazonia y su flora y fauna, por el bien de su gente y sus culturas, y para asegurar un futuro sostenible para el Ecuador, el mundo y nuestro clima.