El cuaderno de la Coordinadora Residente: Blog en Quito
Al caminar por la acera, con otros 15.000 corredores, temprano en la mañana de un domingo de junio, puedo sentir la historia de esta extraordinaria ciudad.
La Quito 15 k Race es la carrera más grande y emblemática del Ecuador. Desde su inicio en el sur de Quito, la pista serpentea a través del centro histórico de la ciudad, pasando por los rascacielos más modernos alrededor del Parque Carolina, antes de concluir en el Estadio Olímpico Atahualpa, que lleva el nombre del último emperador Inca en servicio. Al caminar por la acera, con otros 15.000 corredores entusiastas, temprano en la mañana de un domingo de junio, puedo sentir la historia de esta extraordinaria ciudad al pasar por lugares emblemáticos. La belleza de mi entorno me ayuda a olvidarme del sol abrasador e incluso de la altitud, que, a 2.850 metros, hace de la 15k de Quito una carrera particularmente desafiante.
Paso corriendo por la Plaza Central que, flanqueada por la Catedral Metropolitana de Quito al oeste, el Palacio Presidencial Carondelet al norte y la Sede Municipal al sur, es una confluencia de poderes. También conocida como Plaza de la Independencia, ha sido escenario de algunos momentos sangrientos, tanto del asesinato de un presidente como del envenenamiento de un arzobispo. Al doblar una esquina paso corriendo por el Teatro Sucre, el teatro más prestigioso del Ecuador y sede de tomas de posesión presidenciales y transición política de los alcaldes de la capital.
Y cerca del punto de hidratación del km 9, diviso la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que alberga el Museo Nacional de Quito, pero que también sirvió como sede de organizaciones indígenas durante las dramáticas protestas de 2019 y 2022.
Quito, o San Francisco de Quito que es su nombre formal, tiene el centro histórico más grande y mejor conservado de América. No es de extrañar que fuera una de las primeras ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978. Pero hoy, con unos 1,7 millones de habitantes, Quito es también una capital moderna, que está mostrando un gran compromiso con el desarrollo urbano sostenible, con el apoyo de socios del sistema de la ONU.
Por ejemplo, tanto el PNUD como ONU Hábitat han apoyado al Municipio de Quito con la elaboración de instrumentos de planificación del desarrollo local, alineados con la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y la nueva Agenda Urbana, que nació en Quito en 2016 durante la histórica conferencia Hábitat III. Por su parte, OIT tiene una alianza con el Municipio para recopilar información sobre las condiciones de vida y derechos de las comunidades indígenas en tres localidades del Distrito Metropolitano. Esta colaboración contribuirá al desarrollo de la Estrategia de Desarrollo Rural, asegurando la protección de los derechos colectivos de estos pueblos, en línea con el Convenio 169 de la OIT.
Esto es importante, si bien ciudades como Quito ocupan sólo el 2% del territorio total del mundo, representan el 70% del PIB global y, a mediados del siglo XXI, cuatro de cada cinco personas podrían vivir en pueblos y ciudades. Por lo tanto, la urbanización y el desarrollo están inextricablemente vinculados y es necesario encontrar una manera de garantizar la sostenibilidad del crecimiento y promover la equidad, el bienestar y la prosperidad compartida. Hábitat III ayudó a sistematizar la alineación entre ciudades y pueblos y los objetivos de planificación nacional en su papel como impulsores del desarrollo económico y social nacional. Quito parece haber abrazado este desafío, su visión declarada es ser una ciudad próspera y atractiva, democrática y solidaria, centro estratégico y turístico, eje cultural de América.
Cuando unos días después recorro la ciudad de una manera más cómoda, puedo experimentar de primera mano este fuerte compromiso. El Metro de Quito entró en funcionamiento en 2023, permitiendo a los ciudadanos cruzar la ciudad de norte a sur en 34 minutos, un tiempo récord en una capital que en momentos se ve seriamente afectada por la congestión vehicular. Varias agencias de las Naciones Unidas han apoyado el Metro. La UNESCO apoyó la excavación arqueológica y la OPS/OMS el diseño y equipamiento de los puntos de salud en las estaciones.
Y como esfuerzo conjunto interagencial para promover el acceso universal, el UNFPA, ONU Mujeres, el PNUD y la OPS/OMS apoyaron una evaluación de la discapacidad y brindaron recomendaciones sobre cómo mejorar la accesibilidad. Las 15 estaciones están ahora equipadas con ascensores y puertas adaptadas. Asimismo, para quienes padecen discapacidad visual, el Metro cuenta con piso táctil y vagones con información visual y auditiva. Y si eres una de las 480.776 personas con discapacidad registrada en Ecuador, podrás viajar por sólo $0,10, un ahorro importante respecto a la tarifa regular de $0,45. Las agencias de la ONU también han apoyado con campañas de comunicación para concientizar a los usuarios del Metro sobre temas de derechos, igualdad de género, cuidado del medio ambiente e inclusión.
El Metro de Quito también busca distinguirse como un referente internacional en la promoción del transporte urbano con perspectiva de género. Por ejemplo, con el apoyo del Banco Mundial y otros actores, el Metro ha establecido objetivos claros para promover el empleo de las mujeres, que ahora representa el 40% en puestos gerenciales, estratégicos y operativos. Esta es una mejora significativa; un estudio de la OIT estimó que en 2019 las mujeres en el sector del transporte solo representaban en promedio alrededor del 10%. Además, ONU Mujeres ha apoyado el desarrollo de protocolos para prevenir y abordar las agresiones y la violencia sexuales, lo que resulta especialmente relevante porque los principales usuarios del Metro son las mujeres.
Una de estas mujeres es Liliana, una vendedora ambulante con la que hablo en la Plaza San Francisco, cuando salgo del metro unas paradas después y voy en busca de un refresco. Charlando frente a un mango recién cortado que Liliana vende en su pequeño puesto móvil, me cuenta que toma el Metro todos los días desde su casa en el sur de Quito. “El Metro es excelente. Ahora hay más gente en el centro histórico. Vendo más fruta y gano más dinero. Gracias a Dios”. El Municipio de Quito se compromete a ampliar el Metro con nuevas líneas que se extenderán desde El Labrador a La Ofelia y Calderón al norte de la Ciudad y reforzar la red de transporte con nuevos trolebuses sostenibles, que se comprarán con el apoyo de UNOPS.
Pero también más allá del sector del transporte, las agencias de la ONU han apoyado a Quito en su compromiso con la inclusión social, abarcando una variedad de grupos vulnerables. UNICEF ha ayudado a Quito a desarrollar la Política Municipal de Primera Infancia, la primera política de este tipo a nivel de gobierno municipal, que se implementa en el país. La Política de Primera Infancia tiene como objetivo propiciar el desarrollo integral de los niños entre 0 y cinco años, a partir de ocho ejes: acceso a una salud de calidad; acceso a una nutrición adecuada; fomentar conexiones emocionales; el cuidado y autocuidado de las personas que desempeñan el rol de cuidadores; entornos saludables y sostenibles; oportunidades de estimulación y aprendizaje temprano; entornos seguros y libres de violencia; y fortalecimiento institucional. El enfoque tiene sentido económico, la evidencia muestra que, por cada dólar invertido en la primera infancia, el retorno es de entre 13 y 17 dólares, especialmente cuando esta inversión atiende a niños en las situaciones más vulnerables.
De manera similar, ONU Mujeres ha apoyado el desarrollo de la política y el modelo de gestión de un sistema de cuidados local. El objetivo es posicionar los cuidados como un derecho fundamental y abordar los desafíos relacionados con la desigualdad en el trabajo de cuidados, una cuestión crucial para la igualdad de género. En 2023, Quito también se convirtió en la primera ciudad de Ecuador en unirse a la iniciativa emblemática global de ONU Mujeres “Ciudades Seguras y Espacios Públicos Seguros”, un programa global que diseña, aplica y evalúa herramientas, políticas y enfoques integrales para prevenir y responder al acoso sexual y otras formas de violencia sexual contra mujeres y niñas en entornos urbanos.
La OPS/OMS por su parte ha trabajado con el Municipio para capacitar a brigadas locales de salud y equipos comunitarios de salud, para promover el acceso a la atención médica y la detección temprana de riesgos para la salud, así como la nutrición, el consumo saludable y la salud mental. También han apoyado la inclusión del Municipio en la iniciativa regional de Movimiento de Municipios, Ciudades y Comunidades Saludables lanzado por la OPS/OMS. Como miembro de esta red, Quito se ha comprometido a mejorar la salud, el bienestar y la equidad a través de la implementación de políticas públicas saludables, intersectoriales y participativas basadas en los derechos humanos, la justicia social, la igualdad de género, la solidaridad, la inclusión y el desarrollo sostenible.
Otro grupo que ha sido priorizado en el trabajo de inclusión social de Quito con agencias de la ONU ha sido el de las personas en movilidad humana, que suman unas 107.909 personas en Quito, la mayoría venezolanos llegados en gran número a partir de 2018 con el inicio del éxodo venezolano. La llegada masiva ha superado en muchos lugares de la región la capacidad de respuesta de los gobiernos de acogida en términos de prestación de servicios que garanticen el cumplimiento de los derechos humanos de refugiados y migrantes. Con apoyo de la Unión Europea, tres agencias de la ONU (ACNUR, OIM y ONU Hábitat) lanzaron en 2020 la iniciativa Ciudades Inclusivas, Comunidades Solidarias, que busca reducir las vulnerabilidades de los refugiados y migrantes venezolanos y aumentar la resiliencia de las comunidades de acogida en 6 países y 10 ciudades de América Latina y el Caribe.
Quito es una de esas ciudades y he seguido de cerca el importante trabajo de este programa, que promueve un enfoque holístico de la integración. Agencias de la ONU han apoyado la elaboración de un perfil de movilidad humana de la ciudad con datos de referencia sobre población, territorio y condiciones de gobernanza, que permita identificar las vulnerabilidades, potencialidades y brechas en el acceso al derecho a la ciudad de los refugiados, migrantes y comunidades de acogida. También han apoyado la construcción colectiva de un plan que promueva la integración de refugiados y migrantes, desde la perspectiva de la vivienda y el hábitat, la inclusión social y las oportunidades socioeconómicas y culturales, y la legislación y la gobernanza. Además de fortalecer herramientas, comunicación y gestión pública para la movilidad humana, el proyecto también ha trabajado a nivel comunitario para ofrecer espacios participativos y actividades socioculturales para la integración, la cocreación y la cohesión social.
Al visitar Cotocollao, una parroquia en el norte de Quito, tuve la oportunidad de presenciar de primera mano los resultados del proyecto. En un pequeño centro comunitario, ubicado en medio de un barrio socioeconómicamente desfavorecido, me cuentan cómo Ciudades Inclusivas ha ayudado a combatir la xenofobia y la discriminación, fortalecer redes de colaboración, compromiso cívico y prevención del delito. Ya sea a través de talleres comunitarios de cine, música o clases de robótica, las comunidades de acogida y de migrantes/refugiados se han unido, han aprendido sobre igualdad, diversidad intercultural e integración y cómo vivir y trabajar lado a lado en la ciudad. El proyecto también ha apoyado lo que se denomina urbanismo táctico, que son intervenciones específicas para mejorar los espacios urbanos a través de la habitabilidad, la estética y la calidad. Estas actividades se realizan con jóvenes refugiados, migrantes y la comunidad de acogida, para generar confianza, apropiarse de los territorios y sumar esfuerzos por una ciudad más inclusiva.
Termino el día degustando un Locro, una sopa local con más de 2.000 años de historia a base de papas y queso pero que todavía se sirve en los restaurantes de lujo más modernos de la ciudad. Todavía un poco adolorida por la carrera, pienso en cómo Quito, la capital del sol y mi hogar durante los últimos 4 años, está abrazando con éxito lo viejo y lo nuevo. Preservando su gran legado histórico y cultural, pero con la mirada fija en el futuro, integrando la equidad y la justicia social en el desarrollo urbano, asegurando el acceso a la esfera pública y ampliando las oportunidades. O como tan elocuentemente ha afirmado la Nueva Agenda Urbana: Una ciudad para todos […] que promueva la inclusión y garantice que todos los habitantes, de las generaciones presentes y futuras, sin discriminación de ningún tipo, puedan habitar y producir de manera justa, segura y saludable. Ciudades y asentamientos humanos accesibles, asequibles, resilientes y sostenibles para fomentar la prosperidad y la calidad de vida para todos.