El cuaderno de la Coordinadora Residente: la Sierra Centro

Estoy nuevamente de viaje en Ecuador, esta vez visitando las provincias centrales conocidas como la Sierra.
Bienvenidos al páramo, ¡un lugar mágico! Con una extensión de 35.000 km2 en 4 países de la Cordillera de los Andes, el páramo es un ecosistema único entre la línea del bosque y la línea de nieve. La vida aquí es dura, las temperaturas varían desde cero grados por la noche hasta 25 grados durante el día. Y a pesar de albergar casi 4.000 especies de plantas, la mayoría de ellas endémicas, sus suelos carecen de nutrientes, lo que genera una baja productividad.
Sin embargo, el páramo también es fundamental para el desarrollo sostenible. Su alto contenido orgánico actúa como una esponja, absorbiendo el agua recolectada de la lluvia, la niebla y los glaciares y entregándola a las comunidades. En Ecuador, donde el páramo cubre el 7% del territorio, es la principal fuente de agua para millones de personas, muchas de ellas de ascendencia indígena.
Estoy nuevamente de viaje en Ecuador, esta vez visitando las provincias centrales conocidas como la Sierra. A medida que nos dirigimos hacia el sur desde la capital Quito, también ascendemos gradualmente hasta nuestro primer destino a 3.500 m de altitud, Cuturivi Chico en la provincia de Cotopaxi. Estamos a principios de septiembre durante una de las peores sequías en años. En esta pequeña comunidad indígena hace semanas que no llueve y los incendios forestales han asolado el páramo. La comunidad está profundamente preocupada. Para los pueblos indígenas, el agua (Yaku en lengua kichwa) es la sangre de la Madre Tierra (la Pachamama), un ser vivo, omnipotente y creativo que es el comienzo de toda vida.
“Antes aquí siempre teníamos agua, pero ahora se está secando”, me dice el presidente de la Asociación de Productores de Cuturivi Chico. El cambio climático, la expansión agrícola, el sobrepastoreo y la deforestación amenazan la supervivencia del páramo y ponen en riesgo a las comunidades. El presidente me cuenta cómo la falta de agua está provocando una disminución de la producción, conflictos entre comunidades y desnutrición en los niños.
“Necesitamos cuidar y proteger el páramo. De lo contrario, se acabará el agua”.

Gracias al Proyecto Paisajes Andinos de la FAO, la comunidad de Cuturivi Chico está haciendo precisamente eso. Implementado con los Ministerios de Ambiente y Agricultura con recursos de la UE, el proyecto promueve un enfoque integrado para gestionar el paisaje, promover medios de vida sostenibles y conservar el ecosistema. La junta de agua local ha recibido capacitación para desarrollar e implementar planes técnicos para proteger las fuentes de agua, en línea con las políticas públicas nacionales.
La FAO también trabaja con la comunidad en la produccion de su propio bio-fertilizante para granos y papas. Emma, una joven que dirige la fábrica local, dice que los biofertilizantes y la formación en educación financiera han cambiado las reglas del juego. Con mayores rendimientos agrícolas y sin necesidad de comprar fertilizantes tradicionales costosos, los hogares pueden hacer frente a la inseguridad alimentaria y la pobreza. La comunidad incluso está vendiendo biofertilizantes a las aldeas vecinas, generando ingresos adicionales y promoviendo la agricultura orgánica en todo el cantón. Pero Emma está particularmente orgullosa de cómo la Asociación de Productores de Cuturivi Chico está trabajando en conjunto, en minga y en solidaridad por una causa mayor. “Estamos devolviendo algo al páramo, lo estamos nutriendo y no agotando”.

Después de un almuerzo de fritada (cerdo estofado servido con mote), comienzo mi descenso hacia la capital provincial, Latacunga, reflexionando sobre la visita. Fue sorprendente que, a pesar de que el 40% de la población de Ecuador tiene entre 15 y 35 años, en Cuturivi Chico me encontré principalmente con personas mayores y no vi a un solo hombre joven. Cuando luego tengo la oportunidad de reunirme con el Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi y compañeros de la OACNUDH, les hago la pregunta.
“A medida que el páramo se seca, la gente está abandonando la agricultura y nuestros jóvenes se están yendo”. Según los líderes de la comunidad, sus jóvenes están migrando a áreas urbanas en busca de oportunidades económicas. Pero una tendencia aún más preocupante es el dramático aumento de la migración al extranjero, en particular a los EE. UU. Según datos de la OIM y el ACNUR, levantados a su vez por el gobierno de Panamá, en 2023 pasaron por la provincia del Darién unos 57.000 ecuatorianos -el segundo grupo más numeroso después de los venezolanos- y 125.259 ecuatorianos fueron interceptados en la frontera entre Estados Unidos y México.
Además de los jóvenes, migran familias enteras e incluso niños y adolescentes no acompañados. El viaje es peligroso, los migrantes a menudo sufren robos, abusos y explotación, incluso de naturaleza sexual. También corren el riesgo de ser detenidos en los cruces fronterizos o devueltos a la fuerza. A pesar de estos riesgos, la OIM estima que 1,2 millones de ecuatorianos tienen intención de migrar, por razones económicas, de reunificación familiar o para escapar de la violencia y la inseguridad.
Y a medida que los jóvenes se van, las comunidades de la Sierra se quedan con las consecuencias. Yolanda, una líder indígena, me cuenta que en su comunidad ya no hay suficientes personas aptas para trabajar la tierra. Muchas familias deben a los coyotes hasta 30.000 dólares, una deuda imposible de pagar, ya que pocos de sus jóvenes logran quedarse y encontrar un trabajo decente en Estados Unidos. Pero Yolanda también destaca el daño a la cultura indígena y al tejido social.
“Nuestros hijos están siendo criados por sus abuelos, tienen mucho dolor emocional, algunos recurren a las drogas. Si no tenemos cuidado, nuestra forma tradicional de vida en el páramo desaparecerá y nuestra cultura se extinguirá”.

Los líderes indígenas subrayan la necesidad de proteger sus derechos colectivos y los derechos de la Naturaleza, reconocidos en la Constitución ecuatoriana desde 2008. Están comprometidos a luchar contra el cambio climático, proteger el páramo y restaurar la agricultura, haciendo uso de sus conocimientos tradicionales. Instan a los socios de desarrollo y las autoridades a garantizar su participación en la toma de decisiones y el acceso a los recursos, teniendo en cuenta sus necesidades particulares.
Al día siguiente, en Guaranda, en la vecina provincia de Bolívar, tengo la oportunidad de visitar un proyecto del Programa Mundial de Alimentos (WFP), que aborda algunos de los desafíos de la Sierra. La agencia trabaja con el Ministerio de Educación y los gobiernos locales para ampliar un nuevo modelo de alimentación escolar. Además de proporcionar comidas calientes diarias a los niños para mejorar su nutrición, asistencia escolar y rendimiento, WFP también trabaja con pequeños agricultores. Al comprar los alimentos localmente, el programa estimula la economía rural, el empleo y los sistemas alimentarios sostenibles.
Bélgica, administradora del Centro Educativo Monseñor Leónidas Proaño, una de las 113 escuelas que forman parte del programa, elogia su impacto positivo, en particular para las niñas y los niños de los hogares más pobres. Ella aprecia la manera en que el programa promueve la participación comunitaria. WFP ha proporcionado equipos de cocina y capacitación a las madres, quienes a su vez ofrecen su tiempo como voluntarios para preparar comidas nutritivas adaptadas al paladar y la cultura locales. Varios de los padres son agricultores que venden a WFP y el día de mi visita nos sirvieron arroz con quinua y aguacate, seguido de sandía. Los niños limpian con entusiasmo sus platos mientras conversan conmigo sobre la vida rural en Guaranda.

WFP está ampliando la alimentación escolar para llegar a 30.000 niños en 17 provincias, centrándose en las zonas rurales con altos niveles de desnutrición y pobreza. Las necesidades son enormes: hasta el 40 por ciento de los niños de Ecuador llegan a la escuela sin haber desayunado. Los programas de alimentación escolar suelen tener un efecto multiplicador: cada dólar gastado puede generar un retorno de 9 dólares. Esta es una buena noticia para el gobierno local de Guaranda, que asumirá gradualmente el costo del programa. Y una buena noticia para los niños del Centro Educativo y sus familias. “Que Dios les pague por estar siempre atentos a nuestras necesidades”, expresa Bélgica mientras nos despedimos con el telón de fondo del Chimborazo, el punto más alto de la Cordillera de los Andes.
En mi siguiente parada, la pequeña ciudad de Alausí (provincia de Chimborazo), me concentro en otro desafío de desarrollo, la desnutrición crónica infantil. A pesar de ser un país de ingresos medios altos, Ecuador tiene la tercera tasa más alta de la región, después de Guatemala y Haití. La desnutrición crónica infantil afecta a 1 de cada 5 niños menores de 2 años, pero también existen marcadas diferencias entre regiones y grupos de población, lo que refleja desigualdades históricas. Alausí, con su población predominantemente indígena, se ve particularmente afectada. Aquí, alrededor del 60% de los niños están desnutridos, consecuencia de prácticas culturales y del acceso limitado a la salud, al agua potable, a la educación y a una dieta saludable.
Ecuador ha demostrado una fuerte voluntad política en los últimos años para eliminar este problema de salud pública, trabajando en estrecha colaboración con sus socios. UNICEF, WFP, OMS y FAO han brindado asesoramiento político integrado para elaborar la Estrategia Nacional multisectorial Ecuador Crece Sin Desnutrición. Con el apoyo del Fondo Conjunto ODS, el PNUD, UNICEF y WFP también han trabajado con el Ministerio de Economía y Finanzas para sentar las bases de un marco de financiamiento que asegure recursos sostenibles de fuentes públicas y privadas.

Y hoy estoy en Alausí para ver cómo UNICEF está brindando asistencia técnica a las autoridades y la sociedad civil para implementar un modelo de gestión local. A través del establecimiento de mesas intersectoriales, UNICEF está promoviendo una mejor articulación para abordar las múltiples causas del problema. La agencia también ha capacitado a voluntarios comunitarios para identificar factores de riesgo durante visitas regulares incluso a las aldeas más remotas y está promoviendo la comunicación para el cambio social y de comportamiento. Una parte importante de la estrategia es mejorar la cobertura de un paquete priorizado para madres embarazadas y niños menores de 2 años, que incluye controles prenatales e infantiles, vacunación y consejería de desarrollo infantil. Con las autoridades locales, UNICEF también está mejorando los sistemas de agua y promoviendo la higiene en puestos de salud y centros de desarrollo infantil.

El alcalde de Alausí Remigio Roldán muestra su agradecimiento a las Naciones Unidas organizando un evento en un gimnasio, con bailes tradicionales y delicias de la Sierra como papas, cuy y chicha. Su municipio tiene muchas necesidades, además de una tasa de pobreza del 39%; un deslizamiento devastador en marzo de 2023 mató a 65 personas y destruyó infraestructuras y viviendas. Espera ampliar la colaboración con la ONU, que actualmente incluye también el trabajo de UNICEF para promover la salud mental en los jóvenes y las intervenciones en reducción del riesgo de desastres del PNUD.
Al día siguiente termino mi viaje en Cuenca, la tercera ciudad más grande de Ecuador, en la provincia de Azuay, el epicentro de la emigración ecuatoriana de los años 70, 80 y 90. Con las autoridades locales discutimos cómo abordar las causas profundas de esta nueva ola migratoria generando oportunidades, a través de la educación, la capacitación y la creación de empleo, particularmente en las áreas rurales y para los jóvenes. También hablamos de la necesidad de abordar la crisis climática y de inseguridad y factores de empuje como la pobreza, la inseguridad alimentaria y la desnutrición.

En Ecuador, las agencias trabajan juntas dentro de la Red de las Naciones Unidas sobre Migración, codirigida por la OIM y la Coordinadora Residente para apoyar la implementación del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular. Con financiación de la UE, la ONU está apoyando el desarrollo de un Plan de Acción Nacional que fomente un enfoque de toda la sociedad alineado con los derechos humanos, sensible a las necesidades de los niños y las mujeres, y que aproveche la migración para construir comunidades más fuertes, inclusivas y resilientes. La Red ya ha lanzado campañas de comunicación para informar sobre los riesgos de la migración y ha comenzado a apoyar el retorno voluntario asistido y la reintegración de los migrantes. Este viaje me ha dejado claro que hay mucho trabajo por hacer. Y mientras vuelo de regreso a Quito, con la espectacular cordillera de los Andes a mis pies, renuevo mi compromiso con la gente de la Sierra, el hogar del páramo.

Escrito por
